Thorsten Polleit es Economista-Jefe de Degussa AG, Profesor Honorario de la Universidad de Bayreuth (Alemania) y Socio de Polleit & Riecher Investment Management (Frankfurt, Londres)
En este artículo Polleit hace un alegato contra la supresión del dinero en efectivo, que pretenden imponer –paso a paso- varios gobiernos y bancos centrales, con el pretexto de la lucha contra el blanqueo de dinero, el terrorismo y la evasión fiscal. El objetivo real de esta medida, dice Polleit, es evitar que los ciudadanos puedan protegerse contra la confiscación de su dinero a medida que los bancos centrales aplican tipos de interés negativos, obligándoles a depositar todos sus ahorros en cuentas bancarias. Además, la prohibición del efectivo y su sustitución por el dinero electrónico abre la puerta a que el comportamiento del ciudadano de a pie sea continuamente espiado y controlado por parte del Estado, lo que es un ataque brutal contra su derecho a la privacidad.
Y el abajo firmante añade que también abre la puerta a la confiscación pura y dura de nuestros depósitos por parte del Estado, si éste así lo decide (véase el caso de los “corralitos” de Argentina, Chipre y Grecia, entre otros).
Thorsten Polleit via mises.org
Algunos políticos quieren prohibir el dinero en efectivo, aduciendo que el uso de numerario ampara la criminalidad. Los primeros pasos en esta dirección son la retirada de los billetes de denominaciones grandes y la imposición de límites en el pago en efectivo.
Los partidarios de prohibir el uso de dinero en efectivo sostienen que esta medida contribuirá a combatir las transacciones criminales, entre otras las relacionadas con el blanqueo de dinero, el terrorismo y la evasión fiscal. Este tipo de promesas escatológicas se utilizan para convencer a la opinión pública que lo mejor es una sociedad sin numerario. Pero no hay ninguna prueba convincente de que un mundo sin dinero será mejor. Incluso si se asumiese que los comportamientos delictivos se financiasen en metálico, aún queda responder a la pregunta de si estos comportamientos desaparecerían, una vez eliminado el dinero en metálico. O más bien quizás habría que asumir que estos comportamientos ilegales encontrarán nuevas vías para alcanzar los mismos fines repugnantes.
Pongamos el ejemplo del billete de 500 euros. Si lo retiramos de la circulación, los que quieran seguir pagando en efectivo utilizarán billetes de 100 euros en su lugar, o tal vez los de 50 euros. ¿Y qué pasa con los costes que imponemos a la gran mayoría de gente respetable si prohibimos el uso del efectivo? Utilizando la misma lógica: ¿no deberíamos prohibir el alcohol, dado que algunos no saben autocontrolarse?
Es un atropello de los Bancos Centrales
El plan para limitar el uso del dinero en efectivo, o para abolirlo paso a paso, no tiene nada que ver con la lucha contra el crimen. La verdadera razón estriba en que los Estados (y los bancos centrales) quieren introducir tipos de interés negativos.
A pesar de que los bancos centrales han aplicado tradicionalmente políticas inflacionistas que devalúan la deuda contraída por los Gobiernos, los tipos de interés negativos constituyen una nueva y poderosa arma para conseguir el mismo efecto. Pero, claro, para que la política de tipos negativos funcione eficazmente es necesario que desaparezca el dinero en efectivo.
Si se aplican tipos negativos sobre los depósitos bancarios, en el corto o el largo plazo, los clientes intentarán evitar el coste de los tipos negativos sobre sus depósitos bancarios. Para ello, en muchos casos, acapararán billetes. Para bloquear esta ruta de escape, sus partidarios proponen la retirada de los billetes.
“El tipo de interés natural”
Por cierto, algunos afamados economistas apoyan este plan, alegando que en estos momentos “el tipo de interés natural” se ha convertido en negativo. Los bancos centrales se habrían visto forzados a llevar los tipos de interés a cotas negativas. Sería el único modo de estimular el crecimiento y la creación de empleo. Sin embargo, la afirmación de que el tipo de interés de equilibrio se ha convertido en negativo no resiste el más mínimo examen crítico.
Es intrínsecamente imposible que el tipo de interés de equilibrio sea negativo. Las tasas de mercado, que conllevan el tipo de equilibrio, podrían caer por debajo de cero, pero el tipo de equilibrio propiamente dicho, nunca. La política de tipos negativos no es un remedio para la economía, sino la causa de problemas económicos masivos.
Competencia y Derechos de Propiedad
Prohibir el uso de dinero en efectivo supone una violación a gran escala de los derechos de los ciudadanos. Al retirar esta modalidad, se despoja al ciudadano de su derecho a elegir sobre cómo ejecutar sus pagos. Al fin y al cabo, el Estado tiene el monopolio de la producción de numerario. No hay competencia en el campo de la creación de dinero en efectivo. Únicamente el Estado puede satisfacer la demanda de dinero por parte de los ciudadanos
Si el Estado prohíbe el uso del efectivo, todas las transacciones deberán ser ejecutadas electrónicamente. Será muy fácil para el Estado controlar qué es lo que compra cada uno y cuando, y hacia donde y cuando viaja cada quien. El comportamiento del ciudadano se convierte totalmente transparente y éste pierde su privacidad financiera. Solamente la perspectiva de que un ciudadano pueda ser espiado en cualquier momento es una violación de su derecho a la libertad.
El dinero en efectivo contribuye a proteger al ciudadano contra una intromisión libre de restricciones por parte el Estado. Si el Estado incrementa exageradamente los impuestos, los ciudadanos al menos tienen la opción de evitar la tribulación pagando en efectivo. La conciencia que tienen los Estados de este hecho, hace que se contengan en alguna medida.
Los Estados escaparán a cualquier control en el momento en que se prohíba el uso de efectivo. Los casos de Suecia y Dinamarca, donde se dice que la sociedad “sin dinero” funciona a la perfección, no contradicen esta preocupación. Los ciudadanos de esos países pueden seguir usando una divisa extranjera para efectuar sus pagos en efectivo.
La maquinación para prohibir -paso a paso- el uso de efectivo es un síntoma de una enfermedad fundamental de nuestros días: el Estado arrolla cada vez más la libertad de los ciudadanos y de las empresas, tras haberse convertido monopolista en un territorio y haberse erigido en juez supremo de todos los conflictos.
La lucha para mantener la validez del uso del numerario puede traer consigo algo bueno: arrojará luz sobre la necesidad de arrebatar poder al Estado tal cual hoy lo conocemos, exigiendo al Estado la aplicación de los mismos principios legales sobre sus acciones que los que son de obligado cumplimiento por cualquier ciudadano. De esta manera, se pondrá fin al monopolio del Estado en la producción de efectivo y el ciudadano ya no tendrá que temer poder ser despojado, contra se voluntad, de su derecho de utilizar numerario.