Puede que en Washington D.C. los cerezos ya estén en flor. Pero a los economistas del Fondo Monetario Internacional, que están basados en la capital de Estados Unidos, la llegada de la primavera no les ha levantado precisamente el ánimo ni ha hecho que se abstengan de dar una de las valoraciones más pesimistas de la economía mundial desde 2009.
El FMI ha rebajado sus previsiones de crecimiento global para 2016 desde 3,4% a 3,2% es su último informe de Perspectivas de la Economía Mundial. Para el economista-jefe del Fondo, Maurice Obstfeld, la recuperación de la economía mundial está siendo “demasiado lenta durante demasiado tiempo” y le preocupa el hecho de que este prolongado periodo de mediocre recuperación acabe dejando heridas sin cicatrizar del todo.

La revisión a la baja de las proyecciones, la última de una serie de sucesivas revisiones a la baja, indica que el crecimiento global podría verse reducido al 3%, una cifra que para algunos economistas constituiría una recesión global. Estamos asistiendo a la reunión de primavera del FMI, pero parece como si el mundo permaneciese en hibernación.
Es cierto que han remitido las turbulencias de los mercados de principios de año, que los precios del crudo se han recuperado en alguna medida y que el panorama económico de China – sin duda el centro de las preocupaciones- se presenta algo más despejado. Pero al FMI le preocupa que el pulso de la economía siga siendo débil y frágil. Ha incrementado sus expectativas de recesión en casi todas las regiones del mundo, dando un 20% de probabilidad de contracción a Estados Unidos este año y un 35% aproximadamente a la eurozona.
Preocupa que los inversores en los mercados emergentes estén cansados tras cinco años de contracción económica y que estén comenzando retirar su dinero de esos mercados. La verdad es que en este caso no ayuda utilizar la categoría de “mercados emergentes” en términos generales. Algunos países lo están haciendo relativamente bien: el FMI resalta el caso de India como especialmente positivo y, además, ha revisado al alza la proyección del crecimiento de China para este año y el próximo, lo que a la postre constituye una de las previsiones más importantes del informe.
Sin embargo, las perspectivas para Rusia, Brasil y África sub-sahariana (en concreto Nigeria) son sombrías. Estos países son especialmente vulnerables al estado de ánimo de los inversores: a medida que la situación empeora, se incrementan los flujos de salida de inversiones de sus economías.
Las salidas de capitales ya han golpeado muchas divisas de países emergentes, lo que dificulta aún más el servicio de la deuda denominada en dólares por parte de gobiernos y de empresas locales. El índice de divisas de países emergentes ha caído alrededor de un 17% desde sus máximos previos. Las bolsas de estos países, a su vez, han caído casi un 40%

Es verdad que el FMI ha revisado al alza sus perspectivas para la economía china, pero aun así le preocupa las repercusiones negativas de la transformación de una economía de producción e inversión hacia una de servicios y consumo, cuando el gobierno comunista lucha por adoptar un modelo más basado en el mercado.
Obstfeld cree que las medidas de estímulo del gobierno de China funcionarán, espoleando el crecimiento en el corto plazo. Pero advirtió que los crecientes niveles de endeudamiento y el apoyo a sectores no productivos de la economía cuestionan la calidad y la sostenibilidad de este crecimiento.
El FMI también teme que las recesiones de algunos países emergentes duren mucho más tiempo de lo previsto inicialmente. No hay que ser especialmente avispado para entender la razón que subyace a esta dicotomía en la diferente suerte de las economías emergentes: sufren los países productores de materias primas; se benefician los países consumidores.
Hoy (NT: 12 de abril) la agencia Fitch acaba de recortar la calificación crediticia de Arabia Saudí debido a los estragos que el bajo precio del crudo está causando a las finanzas del país. En el otro lado, el sector de servicios de la economía china crece, pero el país tiene todavía una gigantesca base industrial y, como gran importador neto de crudo, se está beneficiando de la reciente caída de los precios de petróleo.
En cambio, el desplome del mercado bursátil en el último mes de 2015 y los dos primeros meses de este año constituyó en sí misma una fuente de preocupación en estado puro. Una eventual repetición de esta caída podría poner en riesgo la financiación de las empresas y derivar en la parálisis de unas inversiones que son muy necesarias.
Esto está ocurriendo contra un telón de fondo de creciente tensión geopolítica. El FMI resalta que los acontecimientos en África, Medio Oriente y Ucrania, junto con la crisis de refugiados en Europa, están obstaculizando los flujos comerciales y de inversión, alimentando el escepticismo sobre la integración económica y atando las manos de los responsables políticos.
La guinda podrida de este triste pastel es, en opinión del FMI, el riesgo de Brexit, que, afirma Obstfeld, “genera unos desafíos de enorme importancia para el Reino Unido y el resto de Europa”. El FMI teme que las negociaciones que seguirán a un eventual Brexit puedan prolongarse en demasía y ello “podría afectar negativamente a los flujos comerciales y de inversión, socavando los cimientos de la cooperación e integración económica”. Las proyecciones del FMI sobre el Reino Unido contemplan los recortes más importantes de entre todas las economías avanzadas.
Pero una simple enumeración de riesgos puede crear la ilusión de que éstos son claros y pueden ser controlados. La incertidumbre real radica en cómo estos riesgos pueden interrelacionarse y retroalimentarse mutuamente. Además está la cuestión de cuánto margen de maniobra tendrán gobiernos y bancos centrales cuando se desate la próxima crisis. Obstfeld dibujó un escenario de círculo vicioso en el cual un crecimiento cada vez más débil incrementaría la probabilidad de que sucediesen las amenazas identificadas por el FMI y de que la economía global se ralentizase con más fuerza. Mucha más gente aún tendría la sensación de ser abandonada al margen, lo que alimentaría el auge de nacionalismos y barreras a los flujos comerciales.
El economista jefe del FMI dijo que el riesgo de “estancamiento de la economía mundial puede deparar consecuencias peligrosas desde un punto de vista político”, planteándose la posibilidad de que al último, gran invierno económico, siga otro sin solución de continuidad.