Trump y la tormenta perfecta: recesión y crash bursátil USA antes de noviembre

Luis Fontes de Albornoz

En un extraordinario análisis de lo que está ocurriendo allende el Atlántico, David Stockman, antiguo joven prodigio de la Administración Reagan, nos descubre que el establishment USA no capta el mensaje que está enviando el americano medio al optar mayoritariamente por el heterodoxo Trump en las primarias del partido republicano (sin obviar tampoco la extraordinaria e inesperada performance del también heterodoxo Bernie Sanders por el bando demócrata, añado yo). Trump va a barrer- afirma Stockman- al igual que en su día lo hizo otro “indeseable”, Ronald Reagan, porque el americano medio está harto. Y si Trump no acaba doblegándose ante las presiones de lo políticamente correcto, se va a poner fin a la desesperada carrera de la Reserva Federal hacia ninguna parte y saldrá a la luz, sin cortapisas, que la bonanza de los datos de empleo en Estados Unidos no es tal, sino todo lo contrario (bienvenidos a la “Economía del Tiempo Parcial”…y del empleo precario). Agárrense, que vienen curvas. Pongan, en lo posible, a buen resguardo su patrimonio.

El 90% de las familias americanas es hoy igual de rica, o de pobre según se mire, que hace exactamente 30 años en términos constantes, mientras que toda la nueva riqueza –mucha- ha ido a parar al 10% superior y, dentro de esa franja, muy en especial al 1% más privilegiado.

Una parte considerable de la nueva riqueza, riqueza de “aire contenido”, obedece a las políticas de la Reserva Federal de creación masiva de dinero, que inició Greenspan tras el crash bursátil de octubre de 1987, y se ha llevado al culmen a partir de 2009, obsequiando a las élites con unas plusvalías bursátiles extraordinarias, gracias a la gigantesca burbuja crediticia, y reprimiendo al ahorrador tradicional que recibe “nada” en forma de tipos de interés.

¿De qué élites estamos hablando?: “el mundo de la banca y las finanzas  (Wall Street), el mundo del cine y la televisión (Los Ángeles), las empresas gigantes de redes sociales (San Francisco) y los grandes “chanchullos” de la Ciudad Imperial (Washington): el complejo industrial militar y de “vigilancia”, los cárteles de las empresas de cuidados de salud y de educación, los grandes agricultores subvencionados y los demás lobbistas  y think tanks ideológicos.”

¿Todo lo dicho no les sugiere un cierto paralelismo con lo que sucede en Europa y en España en particular?: retroceso de los partidos políticos tradicionales, oligopolios de bancos y de medios de comunicación rescatados y subvencionados; constructoras, concesionarias de servicios públicos y operadoras de energía y de telefonía que viven pendientes del BOE, etc.; en suma, las “élites Sicav”, donde, por cierto, todo el espectro ideológico, de izquierda a derecha, está muy bien representado. ¡Ah! y una clase media cada vez más empobrecida y mermada.

Estados Unidos, nos guste o no, crea tendencia y suele ir dos pasos por delante.

Y ahí radica el gran aporte de la colaboración de David Stockman. Él opina que este proceso de convulsión política, que culminará con la elección del nuevo presidente de Estados Unidos, acelerará el proceso de reconocimiento, por fin, de la gran recesión que se está fraguando en aquel país, con unos datos de empleo mucho peores de lo que se nos da a entender cada viernes (la mayoría de los nuevos “empleos” son colocaciones temporales –por día y horas- a tiempo parcial y muy mal remuneradas). El crash bursátil –afirma- se avecina, y probablemente tendrá lugar antes de noviembre de este año. Stockman se moja mucho, la verdad.

¿Tendrá razón? Puede ser, pero es evidente que los bancos centrales y los gobiernos que los respaldan son muy poderosos y lucharán hasta la extenuación para mantener el status quo; en cualquier caso el análisis de Stockman vale la pena. Lean el siguiente artículo y fórmense su propio criterio. Seguro que no les decepcionará.

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David Stockman via David Stockman Corner

Lo que para muchos era imposible, o sea la nominación de Donald Trump como candidato republicano a la Presidencia, se ha consumado y constituye la mayor convulsión en la política americana desde los tiempos de Ronald Reagan. Y la razón es esencialmente la misma que entonces: toda una era de desgobierno y de mala gestión por parte de los partidos republicano y democrático, finalmente, ha dado lugar a un impulso electoral que pretende barrer la suciedad acumulada.

La frase de Trump “ya no estamos ganando” conectó sorprendentemente bien con el americano medio. Pero no debido a los gigantescos déficits comerciales o a una política internacional desafortunada, o a fallidas aventuras militares. De hecho, la reacción del electorado esta vez tiene muy poco que ver con un impulso patriótico y, en cambio, mucho que ver con la percepción que tiene el ciudadano medio de que “ha dejado de ganar” en lo personal desde un punto de vista económico.

Los que están ganando son “Washington”, “Wall Street” y las élites de las dos costas. Es decir, el mundo de la banca y las  finanzas (Wall Street), el mundo del cine y la televisión (Los Ángeles), las empresas gigantes de redes sociales (San Francisco-) y los grandes “chanchullos” de la Ciudad Imperial (Washington): el complejo industrial militar y de “vigilancia”, los cárteles de las empresas de cuidados de salud y de educación, los grandes agricultores subvencionados y los demás lobbistas  y think tanks ideológicos de Washington (“K-street”).

De hecho, la mayor parte de Estados Unidos, visto desde el cielo, ha quedado al margen de la reciente prosperidad. El patrimonio neto del 90% de las familias no supera al de hace 30 años, en términos reales. En cambio, el patrimonio neto del 9% superior equivale a un 150% del de hace tres décadas, y el patrimonio del 1% más rico, a un 300%.

Además, el viaje de ida y vuelta de aquel 90 % menos agraciado, como refleja el siguiente gráfico apenas fue real, a decir verdad.  El patrimonio neto de la unidad familiar media se incrementó debido a los 15 años de burbuja inmobiliaria de la época Greenspan, que culminó en la gran crisis financiera.  Lo que hoy queda de todo aquello es deuda hipotecaria sobre todo.

Patrimonio Medio Real por Unidad Familiar (1945=100)
Patrimonio Medio Real por Unidad Familiar (1945=100)

El mismo patrón se repite con respecto de los ingresos de las familias y los salarios medios de los empleados con jornada completa. En este caso, la métrica mostrada en el siguiente gráfico comprende a los varones mayores de 16, y los resultados no dejan lugar a equívocos. Es decir, los ingresos reales medianos de las familias en 2014 no superaban el nivel que se alcanzó en 1989, y los salarios semanales reales eran un 4% más bajos (para trabajadores con jornada completa).

Línea Azul-Escala Izda.: Ingresos medios reales de las familias // Línea Roja –Escala Dcha.: Ingresos medios semanales por trabajadores varones
Línea Azul-Escala Izda.: Ingresos medios reales de las familias // Línea Roja –Escala Dcha.: Ingresos medios semanales de trabajadores varones mayores de 16 años

Se suponía que las primarias de Indiana de la semana pasada iba a ser la última oportunidad del Senador Ted Cruz para remontar posiciones, pero ha resultado ser un fiasco. El plan de United Technology de deslocalizar a México su planta para la producción de equipos de aire acondicionado ha sido la cabeza de turco que ha mentado Donald Trump.

Desde el año 2000, Estados Unidos ha perdido el 20% de los empleos a tiempo completo mejor pagados de la economía productiva, es decir, de los sectores de la energía y minería, construcción y producción industrial.

Economía Productiva – Número de Empleos en Millones
Economía Productiva – Número de Empleos en Miles

Estos empleos actualmente devengan un sueldo anual de unos 50.000 dólares como media, lo que por cierto no es nada del otro mundo. Pero lo cierto es que estos son los mejores empleos que tenemos y que su número ha ido disminuyendo durante los  últimos quince años, con el agravante de que la población adulta del país (mayores de 16 años) ha pasado de 212 a 250 millones.

Economía productiva y servicios: número de empleos fijos a tiempo completo (en millones)
Economía productiva y servicios: número de empleos fijos a tiempo completo (en miles)

Dicho de otra manera, los votantes de Trump no miran precisamente al canal de televisión CNBC (NT: canal de finanzas y bolsa).  O si lo hacen, son lo suficientemente  inteligentes como para darse cuenta de que este canal  celebra torticeramente la falsa prosperidad de la América de ambas costas y, especialmente, el estúpidamente monótono y falaz ritual de la publicación de los Datos de Empleo de los viernes. Los votantes saben por experiencia que estos millones de “nuevos empleos” son, en su mayor parte, trabajos temporales y a tiempo parcial que aparecen y desaparecen entre las crisis financieras que ocurren, con regularidad pasmosa, cada siete años gracias a Wall Street y a Washington.

De hecho, los votantes de la América profunda conocen la realidad y saben perfectamente que se trata de  puestos de trabajo de “pan y circo”. Con salarios pagados en efectivo de menos de 20.000 dólares por año (sobre una base de horario a tiempo completo), no devengan derecho a prestaciones sociales y se ofrecen por una duración de días y horas.

Economía de “pan y circo”: número de empleos precarios (bares, camareros, puestos de venta de hotdogs, vigilantes de parkings, etc.).En milllones
Economía de “pan y circo”: número de empleos precarios (bares, camareros, puestos de venta de hotdogs, vigilantes de parkings, etc.). En miles

De hecho, casi el 40% de todos los puestos de trabajo creados desde el año 2000 forman parte de lo que hemos venido en llamar la Economía de Tiempo Parcial. Los votantes de Trump han quedado atrapados en este tipo de empleos, y temen no poder salir de esta maraña pues no hay otro tipo oportunidades.

Inútil repetir que ellos saben “que no están ganado”.

Economía a Tiempo Parcial: número de empleados a tiempo parcial (en millones)
Economía a Tiempo Parcial: número de empleados a tiempo parcial (en miles)

Mientras tanto, las élites de ambas costas velan armas por sus pomposos proyectos y sus provocaciones. O lo que es decir, la campaña artificialmente fabricada por el Washington Imperial contra Rusia y Putin está cortada por el mismo patrón que la pretensión de Silicon Valley de que todos los “start-ups” valen varios miles de millones de dólares, a pesar de que muy pocos de estos nuevos proyectos empresariales obtengan unos ingresos que lo justifiquen, o tengan un modelo de negocio válido o, al menos, ofrezcan unas perspectivas realistas de alcanzar la rentabilidad algún día.

Las instituciones que nos gobiernan no quieren darse por enteradas, pero están tan aisladas de la realidad que no vislumbran siquiera la fatal suerte que nos espera. La Reserva Federal, por ejemplo, lleva siete años alimentando la madre de todas las burbujas financieras con unas políticas de impresión de dinero sin fin y de represión del ahorrador rebajando los tipos de interés a cero, pero sin embargo sigue creyendo que el nirvana del pleno empleo está justo a la vuelta de la esquina.

Del mismo modo, las intervenciones militares americanas han fracasado en todos países musulmanes que han sido bombardeados, “dronados” u ocupados. Y, sin embargo, la Casa Blanca sigue enviando inútilmente botas a estas tierras diezmadas, lo que engendrará aún mayores represalias y seguirá envenenando a los yihadistas con el pienso de la indignación y deseos de venganza.

Sin olvidar que, desde un óptica fiscal, hemos desperdiciado el ciclo de “recuperación” de los últimos siete años. Mientras Obama se ponía las medallas por reducir el déficit a la mitad y los Republicanos se sumaban a la espiral de gasto a discreción, nadie se fijaba en que la bomba de relojería fiscal sigue corriendo.

La realidad es que el PIB nominal está creciendo solamente a un ritmo del 3% anual, y en un mundo de deflación implacable debido al final de la gran burbuja de crédito de los bancos centrales, no es previsible que este ritmo de crecimiento se acelere. En consecuencia, el PIB de Estados Unidos en 2026 ascenderá, como mucho, a 24 billones de dólares, mientras que la deuda nacional se incrementará en 9 billones de dólares más, según los cálculos la oficina del presupuesto del Congreso (CBO), o incluso en 15 billones de dólares más, si la Reserva Federal mantiene sus políticas actuales. Eso implica que como mínimo la deuda nacional se situará en el rango de 30 a 35 billones de dólares, alcanzando el 140% del PIB justo cuando la generación del  baby boom esté enteramente gozando de su jubilación.

De modo que cuando Trump dice que el tonto de tío Sam está quebrado, la gente le cree. Es que resulta que tiene razón.

Finalmente, la mayor estafa de las élites de ambas costas es la desenfrenada prosperidad que ha supuesto para esa privilegiada minoría las finanzas en modo burbuja  de Wall Street y de Silicon Valley. Seamos sinceros. Facebook -junto con Instagram, Whatsapp, Oculus VR y otras 45 increíbles adquisiciones de Marc Zuckerberg durante los últimos años con dinero de Wall Street insensatamente inflado- no es solamente un sumidero de productividad y un ejercicio de autocomplaciente entretenimiento. Facebook es también una colosal farsa de valoración.

¿Por qué? Porque, en última instancia, Facebook no es sino un cartel publicitario por internet. Es un lugar donde los jóvenes usan su tiempo de ocio dentro o fuera de la casa de sus padres. Tarde o temprano pueden cansarse de Facebook, ya veremos. Pero hay algo que no se puede obviar: Facebook no ha inventado nada, no tiene patentes significativas, no produce ningún artículo, no genera suscripciones o contratos de servicios. Sus 1.800 millones de usuarios mensuales son devotos del gratis total en el uso de las redes sociales.

Por ello, prácticamente la totalidad de ingresos de Facebook procede de la publicidad. Pero la publicidad no es un nuevo producto revolucionario que, como el iPhone de Apple, pueda generar ventas de miles de millones dólares a partir de la nada.

La tarta publicitaria, en cambio, asciende, en Estados Unidos, a la cantidad de aproximadamente 175.000 millones de dólares, y de 575.000 millones de dólares a nivel planetario. Y está sujeta a grandes fluctuaciones cíclicas. Por ejemplo, durante la Gran Recesión, el gasto publicitario en Estados Unidos bajó en un 15% y a nivel mundial en un 11%.

Ahí yace precisamente el problema. Debido a su carácter cíclico, el crecimiento tendencial del gasto publicitario en Estados Unidos ha sido del 0,5% anual. Asimismo, el gasto publicitario a nivel global creció desde unos 490 millardos de dólares  en 2008 a 575 millardos de dólares en 2015, lo que arroja un crecimiento anual medio del 2,3%.

Es verdad que ha habido una rápida migración de dólares desde la TV, la prensa escrita y otros medios tradicionales hacia el espacio digital en los últimos años. Pero el gran trasvase de dólares ya se ha acabado.

Además, no se puede capitalizar una ganancia puntual en este tipo de ventas ni siquiera con un múltiplo de mercado medio. Y todo ello sin decir nada sobre el hecho de que la actual capitalización bursátil de Facebook, que asciende a 340.000 millones de dólares, refleja un absurdo múltiplo de 211 veces su cash flow libre de 1.600 millones de dólares (últimos 12 meses).

En cualquier caso, la cuota digital de la tarta publicitaria del mercado americano creció desde el 13,5% de 2008 al 32,5% del año pasado. Pero ni siquiera los analistas más optimistas esperan que la cuota digital gane más de un punto por año a partir de ahora. Después de todo, la televisión, la prensa y revistas escritas, la radio y los paneles publicitarios no van a desaparecer totalmente.

Por tanto, no hay ni de lejos suficientes dólares de publicidad en todo el planeta para permitir que la inagotable manada de nuevos actores en las redes sociales obtenga unos ingresos y unos resultados a la medida de las altísimas valoraciones y de las disparatadas proyecciones de crecimiento de ciertos analistas. Solamente en el sector de empresas de redes sociales, hay más de 1 billón de dólares en “aire embotellado”.

Pero los niñatos multimillonarios de las redes sociales no constituyen ni la mitad de la burbuja bursátil. Las imprentas de billetes de los bancos centrales han transformado Wall Street en un casino ininterrumpido que ha regado un reducido grupo de fondos hedge y de especuladores con una lluvia de dinero fácil, gracias a monstruosidades tales como Valeant y otros cientos de burbujas bursátiles.

Citaremos, como ejemplo de desvergüenza, el caso del charlatán que se ha sacado de la manga la loca valoración de Tesla, desde los terminales  de apuestas de Goldman Sachs y de Wall Street. Tesla jamás ha obtenido beneficios en el pasado, ni ha alcanzado sus objetivos de producción o de ventas, ni nunca vislumbró posibilidad alguna de convertirse en un fabricante con masa crítica en términos de volúmenes de producción.

Sin embargo, tras registrar unas pérdidas de 283 millones de dólares en el primer trimestre, por encima de los estimado, casi el doble de los números rojos del año pasado, el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, se reafimó, cual vendedor de elixir de crecepelos, en la apuestas que hizo unos meses antes cuando la última ampliación de capital (agosto 2015). Finalmente ha tenido que recular en su compromiso de que Tesla alcanzaría un cash flow positivo en 2016, eso sí tras quemar 4.000 millones de dólares de caja desde 2008. En su lugar, Tesla ha anunciado una nueva gigantesca ampliación de capital dilutiva para financiar la aceleración de la llegada del Modelo 3, y poder fabricar 500.000 unidades en 2018.

Esto es un timo digno del punto de venta de coches de ocasión más cutre de todo Estados Unidos. En el sector automovilístico, hoy ya es 2018. ¿Producción de 500.000 unidades en 2018 de un vehículo cuyo diseño e ingeniería de producción aún no existen? Además no se sabe aún siquiera cuáles serán las fuentes de producción de componentes y materiales.

De hecho, la sola idea de que una empresa que ha fabricado únicamente  50.000 vehículos durante los últimos doce meses pueda multiplicar por diez el volumen de producción  virtualmente de la noche a la mañana, utilizando una línea de producción y un sistema de suministro que aún no existen, no deja de ser una ficción ridícula. Pero lo que no es en absoluto ridículo es que el casino de Wall Street esté tan cegado por la especulación, la avaricia y la “opción put” de la Reserva federal, cuyas inyecciones de liquidez hacen posible que docenas de charlatanes de circo como Elon Musk puedan inflar burbujas espectaculares, deformidades financieras al fin y al cabo, que acabarán destruyendo a los ciber-jugadores de la América profunda que caigan en sus redes, y haciendo desaparecer montones de capital en el camino.

La realidad es que las élites de las dos costas han recibido un gran regalo en forma de plusvalías extraordinarias desde los mínimos de la bolsa de marzo de 2009, gracias a la Reserva Federal. Esta última, a través de los programas de tipos de interés cero, de QE’s y de animación de viva voz, ha procedido a una falsificación sistemática de los precios de los activos financieros y ha provocado el desvío de ingentes cantidades de deuda de nueva emisión y de otros capitales hacia las filas de la especulación financiera.

En términos netos, por ejemplo, prácticamente el incremento íntegro de 2 billones de dólares de deuda emitida desde 2007 (de 11 a 13 billones de dólares) ha sido reciclado hacia compra de acciones propias por las empresas cotizadas (stock buybacks), a operaciones de fusiones y adquisiciones (M&A’s) -a precios de locura- y a otras modalidades de ingeniería financiera, todo lo cual ha servido para apuntalar el precio de las acciones existentes, pero no se ha traducido en inversión en activos productivos. De hecho, las salas de juntas de las grandes empresas americanas se han convertido hoy en día en salas de trading de acciones.

Así que nadie se puede sorprender si el ciudadano medio de la América profunda piensa que “no está ganando”.

Desgraciadamente, es demasiado tarde para revertir el maremoto del fracaso del sistema que se ha estado fraguando en las últimas dos décadas, y que va a acabar en una implosión de la especulación, probablemente antes del día en que tendrá lugar la elección del Presidente (8 de noviembre).

Es decir, la bolsa está valorada en un sangrante múltiplo de 24 veces beneficios (según criterios oficiales o GAAP), beneficios que han bajado un 18% desde los máximos de septiembre de 2014 y que siguen en tendencia bajista, por lo que se avecina un crash bursátil. Asimismo, para la burbuja de 3 billones de dólares de bonos y prestamos de “alto rendimiento” ( NT: también conocidos como bonos basura) también se acerca el momento de la verdad.

Después de 84 meses de la recuperación más débil de la historia de Estados Unidos, las señales de recesión emergen por todas partes. A más tardar en noviembre de este año se tendrá que hacer la declaración oficial de que estamos en una recesión o, por lo menos, será imposible de negar la existencia de la misma. Como corolario, las proyecciones presupuestarias actualizadas mostrarán un rápido retorno a un déficit fiscal anual de 3 billones de dólares.

Se está fraguando la tormenta perfecta, y el estruendo de los truenos lo está empezando a oír en la lejanía el pueblo llano de Estados Unidos, mientras que las élites de las dos costas permanecen ignorantes e impasibles en el nirvana temporal de la prosperidad que les proporciona la burbuja financiera.

De hecho, estas élites, limitándose a reprobar afanosa y farisaicamente el estilo grandilocuente y políticamente incorrecto de Trump, tampoco son capaces de vislumbrar la más que probable victoria de este último.

La nación puede verse sumida en el caos de una confrontación política, una crisis financiera y una recaída en la recesión, todo al mismo tiempo. Es verdad que Trump bien podría virar hacia una política de tierra quemada al estilo de Hillary Clinton.

Pero hay un punto de esperanza. Si, ahora que ha conseguido la nominación republicana, Donald Trump no capitula ante las políticas convencionales del establishment de Wall Street, Washington y las élites de las dos franjas costeras, tiene todo un programa por delante para sacar al país del atolladero, para el que como buen emprendedor o dealmaker podría estar capacitado.

Como Presidente, Trump tendrá que hacer frente a seis grandes desafíos:

Un PACTO de paz con Putin para cooperar en Oriente Próximo, derrotar al Estado Islámico, retirada de la OTAN y acuerdo de desarme global.

Un PACTO sobre empleo recortando impuestos sobre la renta de empresas y trabajadores, y sustituyéndolos por impuestos sobre el consumo y las importaciones.

Un PACTO federalista para devolver a los estados y municipios muchos programas absorbidos por Washington, a cambio de congelar por cuatro nuevas regulaciones.

Un PACTO sobre la sanidad tendente a derogar las reformas de Obama (Obamacare) y las ventajas fiscales concedidas a las empresas por ofrecer planes de seguro, y la sustitución de este tipo de planes por una competencia real entre las empresas aseguradoras, la libre elección por parte del consumidor y la concesión de ventajas fiscales a los planes de seguro individuales.

Un PACTO fiscal para recortar el gasto de defensa post-desarme, devolver educación y otros programas domésticos a estados y municipios y retirar las prestaciones sociales no cotizadas a los jubilados con altos patrimonios.

Un PACTO de equidad monetaria para poner fin a la guerra de la Reserva Federal contra ahorradores y jubilados, derogar la Ley Humphrey-Hawkins y limitar la competencia de la Reserva Federal para proveer liquidez de emergencia. Solamente se prestará a bancos comerciales que tomen depósitos y concedan préstamos, excluyendo a “bancos” cuya actividad consista principalmente en operaciones de trading, de derivados financieros y demás “apuestas” financieras.

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