Durante la semana que acaba de transcurrir, el presidente francés Emmanuel Macron ha efectuado una visita de estado a Austria, Rumanía y Bulgaria. En el primer país, se reunió con los presidentes de los gobiernos de Eslovaquia y la República Checa. El eje principal de la visita, aparte de un ejercicio de relanzamiento de la Unión Europea muy propio de la grandeur a la que se siente llamado cualquier presidente novicio de la Republique, consistía en ejercer presión sobre los países amigos del centro y este de Europa, mediante estudiadas contraprestaciones, para conseguir su visto bueno a la modificación de la Directiva europea sobre trabajadores desplazados dentro de la UE, que supuestamente amenaza el equilibrio económico del mercado único.