
Luis Fontes de Albornoz
Curiosamente, el movimiento neoconservador -que fue determinante en la doble invasión de Irak bajo los presidentes Bush padre e hijo- ha mantenido su influencia en la modelación de la política exterior de la administración democrática del Presidente Obama, con Robert Gates y Chuck Hagel en Defensa, entre otros. No nos debe extrañar, si consideramos que este movimiento nació en filas democráticas entre progresistas desencantados con la política exterior de su partido, allí por los años 60 y 70 del siglo pasado.
El autor de este corto ensayo, Paul Craig Roberts, que trabajó en la administración del Presidente Reagan, considera que la influencia neoconservadora en la política exterior de Estados Unidos no solo ha desestabilizado Oriente Próximo, y de qué manera, sino que ha provocado la creación de una sólida alianza militar entre Rusia y China, al haber incumplido las garantías otorgadas por el Presidente Reagan a Rusia de que la OTAN no se movería un centímetro en dirección hacia el este de Europa, y al azuzar las “revoluciones de colores” en antiguas repúblicas soviéticas. Todo ello no beneficia a Europa para nada.
Craig Roberts señala como todo el establishment neoconservador – no confundir con la derecha cristiana– y sus confluencias prestan su poderoso apoyo a la candidata Hillary Clinton, no ya contra el izquierdista Sanders, sino, sobre todo, contra el aislacionista Trump, que pondría en peligro los intereses del entramado empresarial “de defensa” (léase, armamentista) y de la ideología belicista (Libia, Irak, Siria, Ucrania) que predomina hoy en Washington, a pesar del Nobel de la Paz otorgado preventivamente al actual inquilino de la Casa Blanca.
Me permito una licencia final de cara al lector español: que neoconservadores y confluencias pidan el voto a favor de Hillary Clinton es algo así como si Federico Jiménez Losantos hubiera pedido el voto a favor de Felipe González, contra un Mario Conde que, en su época de máximo esplendor, hubiera logrado su propósito de desbancar a José María Aznar como líder de la oposición. Pero Estados Unidos no es España. Todos sabemos como acabó la aventura político-empresarial de Mario Conde. Quien se mueve no sale en la foto.
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